sábado, 27 de julio de 2013

Antes que salga el sol*

Hoy llegue temprano, mucho antes que salga el sol, como en otras ocasiones solamente anhelaba ver tus ojos para creer en que todo estaba bien y que me encontraba ya en el mejor lugar, a tu lado.
Empuje la puerta de la habitación, todo andaba desordenado y tu sueño era tan profundo que a pesar del ruido que hice no te despertaste. Me acerque y me senté a un lado de la cama, te contemplaba, con admiración, ansiosa de ver tus ojos, con ganas de escucharte, animada por recibir un abrazo, con razón y sentido para decirte que te amo y que el extrañarte había sido en todos estos días una constante.
Mientras mis dedos se enredaban en tus cabellos, tú seguías quieto, mis manos comenzaron a recorrer tus brazos y tu espalda esperando una reacción tuya, pensé en hacerte cosquillas porque las detestas, pero el despertar de improviso siempre te pone de mal humor… preferí esperar.
Entre tanto mi mente era absorbida por una suerte de recuerdos, comidas fuera de casa, conversas hasta tarde, películas que veíamos juntos, los momentos en que éramos cómplices sin importarnos nada, y poco a poco sonreía más. A la vez, mis ojos ya no podían contener las lágrimas <esas tan caprichosas, porque no les importa en qué momento salir, dónde o ante quién hacerlo solamente buscan libertad> también un gran nudo en mi garganta hacía más difícil el respirar, de nuevo todo se puso confuso, todo, todo, menos la certeza de que ya no estabas lejos.
En ese instante, decidí levantarme e irme, mientras llegaba a la puerta escuche tu voz… el reclamo era evidente.
-¿Por qué te demoraste tanto? ¿Por qué llegas recién? ¿Por qué no me dijiste que pasaba? ¿Por qué? --Tus ojos brillaban, tu voz se agravaba, tu rostro tenía una expresión recia – ¿Es qué ya no piensas en nosotros, es qué ya no quieres volver?
Mi rostro palideció, una alternativa jamás fue el no volver, después de tantos malos momentos todo era tan confuso que mi único oasis parecía que ya no existía, al verme inmóvil se acercó y me abrazo, en mucho tiempo no había disfrutado tanto de un abrazo como ese, cálido, tierno, protector, desinteresado, y mirándome fijamente dijo.
-Todo está bien, ya estás aquí, nada puede pasar en nuestra cuevita.
¡Cierto!, nada puede pasar en nuestra cuevita, a pesar de que vas creciendo y te crees todo un hombre, sigues recordando que eres Mi Oso, conversamos un largo rato, hasta que nos avisaron que el desayuno estaba listo, me diste un beso y me llevaste de la mano.
Es verdad, ya vas creciendo! Y cada día me emociona más que tu corazón tierno se fortalezca, que surjan más ideas en tu mente, que te inquieten más preguntas, sobre todo, que las palabras dichas sean siempre sinceras y cariñosas. ¡Te amo Osote y siempre quiero estar a tu lado!
*Escrito por Mi, para Ti, con mucho Yo.

Imagen de alguna página web.