miércoles, 16 de mayo de 2012

Masculinidad y feminidad en camino hacia la “igualinidad”



Por Arturo Manrique Pacheco*

Si nos referimos al término “masculinidad” tendríamos que definir aquel término-atributo que incluye muchas de las palabras relacionadas al género masculino o “macho” en la mayoría de seres del planeta (no solamente humanos), por mencionar unos cuantos tenemos a la fuerza, el triunfo, la competitividad, la seguridad, la virilidad, la valentía, entre otros. Estamos en pleno siglo XXI y ya a nivel mundial este término está perdiendo el verdadero y original significado, lo cual es importante y contribuye con un desarrollo equitativo y de respeto frente al género femenino.

A nivel de América Latina y en particular mi país (Perú), la masculinidad y el comportamiento de los hombres están estrechamente relacionados a los factores socioculturales de nuestra cambiante sociedad, diversos estudios han observado un comportamiento masculino socialmente diferenciado en las diversas situaciones cotidianas, ya sea de paternidad responsable, sexualidad y reproducción, implicaciones en la estabilidad y el bienestar de las familias en general, de las mujeres, de los niños y niñas, en particular, los cuales muestran que algunas de las consecuencias de estas situaciones influyen en el incremento de la pobreza.

Lamentablemente debido todos los problemas surgidos por la asimilación del concepto arcaico de masculinidad y su aplicación en la vida cotidiana a través del machismo y todas las consecuencias que trae consigo es que se está llegando a un punto donde la masculinidad se considera un factor de riesgo. Una primera y clara fundamentación gira torno a la necesidad de analizar los fenómenos desigualdad genérica desde ambos géneros, sus causas y consecuencias. Es evidente que la mujer sigue en una situación de interiorización en muchos campos y que es víctima de innumerables desigualdades y agresiones que vienen desde el campo masculino. Esto explica el desarrollo del feminismo y de la misma categoría de género. Es por ello que se necesita organizar e involucrar a los hombres para que trabajen en cooperación con las mujeres a fin de dar una nueva forma a la organización de género de la sociedad, en particular nuestras instituciones y las relaciones a través de las cuales criamos a los niños y niñas. Esto requiere de un énfasis mucho mayor en la importancia de los hombres como sustentadores emocionales y cuidadores, plenamente involucrados en la crianza infantil en formas positivas y libres de violencia.

Creo que para desarrollar un modelo de sociedad equitativa y respetuosa primero se tendría que desmantelar y desafiar las estructuras de poder y privilegios de los hombres y poner fin al permiso cultural y social hacia los actos de violencia, todos estos siendo los principales factores de dominio mundial. Si aquí es donde la violencia empieza, no podemos erradicarla sin el apoyo de mujeres y hombres al feminismo y a las reformas y transformaciones sociales, políticas, legales y culturales que ello implica. Es necesario iniciar un proceso de redefinición de la masculinidad en la que se tenga que necesariamente desmantelar las estructuras psíquicas y sociales de género, sembrando una cultura igualitaria donde los hombres tengan como premisas la compasión, el amor y el respeto, en combinación con un claro desafío a las normas negativas y reglas arcaicas masculinas y sus frustrantes y resultados.

Es necesario llegar hacia los demás hombres no como extraños sino como hermanos con el fin de lograr convertir a estos en profeministas siendo el termino preciso que ayudaría a conseguir la equidad buscada. Si logramos conseguir que los hombres se conviertan en profeministas y las mujeres en promasculinistas; estas últimas con todo lo que la sociedad actual les pone encima ya están demasiado relacionadas a este término, eso lo demuestra la capacidad femenina adoptando herramientas “masculinas” de presión social para sacar adelante un hogar, una institución, una organización, un país, un negocio, etc.; con ambas partes a través de una fusión armoniosa, teniendo como base el respeto, la igualdad de oportunidades de acuerdo a las capacidades y la tolerancia, tal vez logremos conseguir un desarrollo ecuánime y justo que se acerque al termino llamado “Igualinidad”.

El trabajo de la juventud respecto a este tema es importante, hasta el año 2007 la población femenina era mayoritaria en el país con un 50.3 % lo que ocasionaba que se hiciera popular aquella frase machista de que había siete mujeres por cada hombre, en el año 2011 según el INEI el porcentaje de población femenina disminuyo a 49.9%, algo poco usual para estas fechas, sin embargo en la mayoría de espacios y organizaciones juveniles de concertación y activismo de diversas temáticas, encontramos más mujeres que varones el cual es un indicador de que las mujeres son las que participan más activamente en estos espacios y son las que lideran en algunos casos estos movimientos debido a que se sienten en la necesidad de ser escuchadas y de llevar sus actos y voz hacia adelante con el fin de que sean reconocidas con la misma igualdad de oportunidades que los varones, es por eso que es necesario de que las juventudes organizadas realicen actividades educativas explícitas tales como campañas profeministas por la igualdad donde se involucren activamente a hombres y niños en el cuestionamiento de sí mismos y de otros hombres para erradicar todas las formas de violencia y desigualdad, éste es un desafío positivo que como juventud organizada debemos asumir para que los hombres nos expresemos con nuestro amor y nuestra compasión por las mujeres, los niños, las niñas y otros hombres.

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