Por Arturo Manrique Pacheco*
Si nos referimos
al término “masculinidad” tendríamos que definir aquel término-atributo que
incluye muchas de las palabras relacionadas al género masculino o “macho” en la
mayoría de seres del planeta (no solamente humanos), por mencionar unos cuantos
tenemos a la fuerza, el triunfo, la competitividad, la seguridad, la virilidad,
la valentía, entre otros. Estamos en pleno siglo XXI y ya a nivel mundial este
término está perdiendo el verdadero y original significado, lo cual es
importante y contribuye con un desarrollo equitativo y de respeto frente al
género femenino.
A nivel de América
Latina y en particular mi país (Perú), la masculinidad y el comportamiento de
los hombres están estrechamente relacionados a los factores socioculturales de
nuestra cambiante sociedad, diversos estudios han observado un comportamiento
masculino socialmente diferenciado en las diversas situaciones cotidianas, ya
sea de paternidad responsable, sexualidad y reproducción, implicaciones en la
estabilidad y el bienestar de las familias en general, de las mujeres, de los
niños y niñas, en particular, los cuales muestran que algunas de las
consecuencias de estas situaciones influyen en el incremento de la pobreza.
Lamentablemente
debido todos los problemas surgidos por la asimilación del concepto arcaico de
masculinidad y su aplicación en la vida cotidiana a través del machismo y todas
las consecuencias que trae consigo es que se está llegando a un punto donde la
masculinidad se considera un factor de riesgo. Una primera y clara
fundamentación gira torno a la necesidad de analizar los fenómenos desigualdad
genérica desde ambos géneros, sus causas y consecuencias. Es evidente que la
mujer sigue en una situación de interiorización en muchos campos y que es
víctima de innumerables desigualdades y agresiones que vienen desde el campo
masculino. Esto explica el desarrollo del feminismo y de la misma categoría de
género. Es por ello que se necesita organizar e involucrar a los hombres para
que trabajen en cooperación con las mujeres a fin de dar una nueva forma a la
organización de género de la sociedad, en particular nuestras instituciones y
las relaciones a través de las cuales criamos a los niños y niñas. Esto
requiere de un énfasis mucho mayor en la importancia de los hombres como
sustentadores emocionales y cuidadores, plenamente involucrados en la crianza
infantil en formas positivas y libres de violencia.
Creo que para
desarrollar un modelo de sociedad equitativa y respetuosa primero se tendría
que desmantelar y desafiar las estructuras de poder y privilegios de los
hombres y poner fin al permiso cultural y social hacia los actos de violencia,
todos estos siendo los principales factores de dominio mundial. Si aquí es
donde la violencia empieza, no podemos erradicarla sin el apoyo de mujeres y
hombres al feminismo y a las reformas y transformaciones sociales, políticas,
legales y culturales que ello implica. Es necesario iniciar un proceso de
redefinición de la masculinidad en la que se tenga que necesariamente
desmantelar las estructuras psíquicas y sociales de género, sembrando una
cultura igualitaria donde los hombres tengan como premisas la compasión, el
amor y el respeto, en combinación con un claro desafío a las normas negativas y
reglas arcaicas masculinas y sus frustrantes y resultados.
Es necesario
llegar hacia los demás hombres no como extraños sino como hermanos con el fin
de lograr convertir a estos en profeministas siendo el termino preciso que
ayudaría a conseguir la equidad buscada. Si logramos conseguir que los hombres
se conviertan en profeministas y las mujeres en promasculinistas; estas últimas
con todo lo que la sociedad actual les pone encima ya están demasiado
relacionadas a este término, eso lo demuestra la capacidad femenina adoptando
herramientas “masculinas” de presión social para sacar adelante un hogar, una
institución, una organización, un país, un negocio, etc.; con ambas partes a
través de una fusión armoniosa, teniendo como base el respeto, la igualdad de
oportunidades de acuerdo a las capacidades y la tolerancia, tal vez logremos
conseguir un desarrollo ecuánime y justo que se acerque al termino llamado
“Igualinidad”.
El
trabajo de la juventud respecto a este tema es importante, hasta el año 2007 la
población femenina era mayoritaria en el país con un 50.3 % lo que ocasionaba
que se hiciera popular aquella frase machista de que había siete mujeres por
cada hombre, en el año 2011 según el INEI el porcentaje de población femenina
disminuyo a 49.9%, algo poco usual para estas fechas, sin embargo en la mayoría
de espacios y organizaciones juveniles de concertación y activismo de diversas
temáticas, encontramos más mujeres que varones el cual es un indicador de que
las mujeres son las que participan más activamente en estos espacios y son las
que lideran en algunos casos estos movimientos debido a que se sienten en la
necesidad de ser escuchadas y de llevar sus actos y voz hacia adelante con el
fin de que sean reconocidas con la misma igualdad de oportunidades que los
varones, es por eso que es necesario de que las juventudes organizadas realicen
actividades educativas explícitas tales como campañas profeministas por la
igualdad donde se involucren activamente a hombres y niños en el cuestionamiento
de sí mismos y de otros hombres para erradicar todas las formas de violencia y
desigualdad, éste es un desafío positivo que como juventud organizada debemos
asumir para que los hombres nos expresemos con nuestro amor y nuestra compasión
por las mujeres, los niños, las niñas y otros hombres.
*Vocero de la red interquorum Arequipa
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