miércoles, 27 de junio de 2012

El dificil camino de las bandas locales al exito

hace unos dias una amiga escribrio en su twitter

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Dicho comentario surgió a partir de la caotica y desordenada presentación de la Banda Arequipeña OLAF el ultimo viernes 22 de Julio en un centro comercial, banda de la cual es vocalista y lider Ramiro Saveedra mas conocido como el KurtCobain peruano, aquel tweet no deja de ser cierto, pues muchas bandas de la escena local son muy buenas, pero no es hasta que ganan algún concurso televisivo en Lima para que se hagan conocidas en sus ciudades de origen eso es para mi un #fail total.

Triunfar en la escena local es muy dificil para bandas

En los últimos años en el Perú han surgido nuevas propuestas musicales que sorprenden a propios y extraños por la seriedad de su música, pero que lamentablemente se encuentran fuera de los medios tradicionales de difusión entiéndase radio y programas de televisión.

Muchas emisoras radiales se jactan de ser radios de rock en ingles y español pero lo mas lamentable es que solo ponen las canciones mas conocidas de Soda sterio, Grey day, Foo fighters, entre otras reconocidas bandas. Dejando de lado otras canciones de los discos  que muchas veces son mejores que la canción comercial, y si esto no fuera todo, nunca pasan canciones de grupos locales, pues los directivos argumentan que existe cierto tipo de música que vende y que gusta  a la gente y que no se pueden arriesgar  pasando música de los grupos amateur de garaje.

En televisión la cuestión es casi igual,  pero cabe mencionar la propuesta aunque aislada de *Imagen de la música* programa televisivo del canal TV PERU, programa que es el unico que ofrece un espacio de difusion de nuevos talentos musicales.

Ante este panorama, el único medio son las nuevas tecnologías, pues las bandas locales han encontrado en el internet los vehículos para la difusión de sus nuevas propuestas, siendo le Facebook, youtube y el genial twitter las redes sociales que soportan esta nueva invacion musical.

Por otro lado el apoyo de las empresas privadas y del estado en general constituyen verdaderas murallas difíciles de pasar y a todo esto se le suma la mafia la Apdayc, el escenario es nada alentador.

En la ciudad de Arequipa, las nuevas bandas se consolidan y crean su público en base a las presentaciones todos los fines de semana, en las cuales en un primer momento la mayoría toca covers de otras reconocidas bandas pero ahora exiten evento en donde pueden tocar sus propias canciones.

El Éxito de Ramiro Saavedra en el programa Yo soy de frecuencia latina, también se ha convertido en el éxito de su banda, la cual esta dando de que hablar, demostrado que en el interior del país si existe talento y del bueno, cada comentario, tweed y post, da un golpe al obsoleto sistema y criterios de los empresarios radiales. 


TRISTES MEMORIAS DE LAS PUTAS QUE NO FUERON MÍAS (I)


Lolita (1966). Imagen perturbadora de la actriz Sue Lyon interpretando a una nínfula adolescente.

Por: Jesús Coa Begazo
Hace un par de días, retornando de un pueblo de literatura – del cual me ocuparé en otro momento – atravesé por una experiencia siempre inquietante: cruzarme con bellas putitas.

Viajaba conjuntamente con otras seis personas en una camioneta marca VOLVO cuando el vehículo detuvo la marcha, debido a la congestión vehicular. Ello obligó a sus ocupantes a dejar de lado algo de la timidez y reserva propia de personas cuya vinculación mayor suele ser únicamente el imperceptible CO2 que se emana y respira dentro de un espacio compartido. Así, conocí a Jorge, un adolescente flacucho de 16 años sentado a mi costado; y a Roger, conductor y propietario de aquel cacharro, año 84 en el que viajábamos. Bajamos de la camioneta con la intensión de estirar las piernas. Roger, mostraba la actitud franca y directa que caracteriza a la gente de costa, tenía barrio.

- Esas dos son putitas – dijo. – Vienen a trabajar a la mina… ¡están bien ricas! Acotó.
Confieso que por más que me encuentre con la predisposición de proyectar imagen de hombre recorrido “con cancha”, mi niñez monse y mi condición de autista  de la pendejada terminan por traicionarme develando a un niño bueno y sano. Esta no fue la excepción así que tan sólo atiné a responder.
– Sí – esforzándome  lo más posible en responder con el  tonito lascivo aguarrentoso propio de los varones cuando se refieren a las “altas cualidades” de las damas.

Con la intensión de no quedar en ridículo, busqué llevar la conversación por otro lado confiando en que mi respuesta concreta hubiera satisfecho la sed de morbo con la que las conversaciones de machos terminan envueltas. Confieso, sin embargo, que en realidad tenía curiosidad de saber más. Quería saber si eran trabajadoras habituales, ¿cómo sería su vida fuera de la jornada laboral?¿tenían amigos?¿tenían familia?¿eran ninfómanas?¿les gustaba, lo hacían por necesidad, o las dos cosas?¿tenían enamorado, alguna vez lo tuvieron?¿gritaban como en las películas porno cuando llegaban al orgasmo?¿tenían orgasmos? ¿Qué posición preferían?¿Cuánto cobraban? Etc. Muchas otras preguntas llegaron mientras mi mente proyectaba una secuencia de imágenes sugerentes obtenidas en su mayoría de cinematográficas gringas calatas, “comelonas” y gritonas.

Hasta ese momento, los pantalones ya reclamaban mayor holgura que la permitida por la correa y el tiro. Se venía el denominado “plan carpa”, pero la bendita moralidad, hija putativa de la religión, se interpuso entre el deseo y una erección completa. Sentí como si Cipriani me jalara los huevos.

Por otro lado, mi formación ideológica marxistoide me compelía a pensar en las causas económico sociales que impulsaban a tales jovencitas a enajenar su cuerpo mercantilizando el deseo y seguramente padeciendo la plusvalía ejercida – curiosamente – por los miembros del proletariado obrero de la empresa minera. ¡Qué falta de conciencia de clase!

Pero bien, las circunstancias encontraron a este caminante y no a la inversa. Así que decidí proceder con instinto y metodología científica. Al final de cuentas, todo sea en nombre de la ciencia. Así, de la observación pasé a la formulación de diversas hipótesis (más bien fantasías perversas).

Eran unas jovenzuelas bien nutridas, con formas núbiles. Sus “tetamentas” y “nalgamentas” – a  decir de Marco Aurelio Denegri – reflejaban unos veinte o veintiún años; no hizo falta ningún antropólogo para confirmar tal especulación. Ambas chicas eran bonitas; más bien, tan sólo una de ellas. Tenía cara de ángel. Y a pesar de no coincidir con el arquetipo de pretty woman difuminado por todo occidente, uno podía enamorarse de ella confiando en que tal sentimiento encontraba fundamento. De la otra, además de su buena figura y disposición anímica, podríamos describirla con la popular frase lacónica de era buena gente.

Bueno, lo cierto es que me vi tentado a regresar al asiento posterior de la camioneta, y sentarme algunos minutos con el celular en la mano mientras ideaba la mejor forma para acercarme y entablar una conversación. De rato en rato aprovechaba el bien montado espejo retrovisor del vehículo para mirar disimuladamente su carita de nínfula, sus ojitos lindos y su boquita escoltada por dos labios delineados con carne color lujuria. Me detenía elaborando la cartografía de su cuerpo hasta donde el espejo y la sutileza permitían. Una sensación de curiosidad máxima, de morbo, de fantasía, de deseo circulaba nuevamente por mi pecho. No fue amor, estoy seguro ¡pero cómo se parecía! Tanto que me llevó a pensar que cupido alistaba su flecha nuevamente aunque en dirección contraria a la gravedad y a la prudencia.

– ¡Tranquilo cupido! – pensé dentro mío al tiempo que escondía “la flecha” con la mochila sobre mis muslos. Retornaba a la época de la rebelde adolescencia prisionera de los cambios hormonales.

La fila de vehículos se mantenía quieta cuando ella preguntó hasta qué hora estaríamos estancados. Salí del trance respondiendo irónicamente que no consideraba que fueran más de dos o tres “horitas”. Ella respondió con una sonrisa cómplice que hizo coro con la de su compañera. Iniciamos la conversación  averigüando que el ángel se llamaba Leticia, o simplemente Leti; y su amiga buena gente Milagritos.
A medida que pasaron los minutos, el tránsito se restituyó y Roger volvió al timón. Se sentía satisfecho en el trono del volante  con sus lentes oscuros que combinaban perfectamente con la piel ennegrecida maltratada de su rostro.
Por parte nuestra, las chicas y yo intercambiábamos bromas, preguntas y respuestas en doble, triple y cuádruple sentido. Ello me permitió valorar su agudeza intelectual ya que a pesar de lo libidinoso, no caía en la forma vulgar de chacota con la que usualmente se aborda tales situaciones. Debo reconocer que la más hábil era Milagros quien de alguna forma compensaba con ingenio los pocos atributos físicos de su rostro. Era su revancha contra la injusticia de la naturaleza a la que aluden diversos filósofos y pensadores, entre ellos Hans Kelsen. Confieso que en otras circunstancias me hubiera sentido atraído, como estoy seguro se sintieron muchos. Pero existía un impedimento para ello: Leti. Ya que, mientras con una mi raciocinio encontraba divertimento, con Leti  mi cuerpo se estimulaba por completo.

Con ella exploraba otras sensaciones, otros mensajes, otro lenguaje. Ya que mientras conversábamos, nuestros cuerpos, manejaban un código paralelo totalmente distinto pero más profundo, más intenso, más completo. Era una sensación distinta a cualquier otra que parecía provenir a veces del pecho, a veces del estómago; irradiaba todo el cuerpo y desembocaba en el encuentro de nuestras miradas que por fracciones de segundo encontraban un punto de coincidencia retornando después de forma inmediata a su curso habitual; nuestras rodillas eran puente para las caricias más disimuladas al tiempo que nuestro ritmo cardiaco empataba acelerado al igual que nuestra respiración que comprometía la modulación de nuestras voces.

En esos momentos, el tiempo se altera. La percepción del mismo se anula hasta que llegas al destino y tienes que romper ese vínculo. Asumes que el presente muere a cada instante asesinado por la dura realidad que de diversas formas apuñala. En ocasiones es con un “tiene esposo”  “ya tiene flaco”, “no hay plata”, “es muy caro”, “eres muy joven”, “ya te pasaste de la edad”, “es una jugadora”, “es una puta”; mientras que en otras sólo hace falta una voz que te indique: “último paradero señores”. Éste fue el golpe que trajo con dolor la conciencia plena de la inevitable separación.

 Jesús Coa Begazo en Facebook:
https://www.facebook.com/jesuscoabegazo


sábado, 2 de junio de 2012

Acción colectiva

La gestión municipal siempre es objeto de vigilancia. Muchos queremos que los servicios que recibimos (educación, salud, seguridad, justicia, etc.) funcionen mejor y, estamos convencidos que poniendo el ojo y la lupa detrás de las autoridades y funcionarios lograremos cambiar las cosas para bien, y poco a poco con algo de tiempo las instituciones y el sistema se irán recomponiendo.

¿Por qué nos interesa estar detrás del político o del funcionario?, la respuesta parece obvia, para que nuestros problemas públicos, aquellos ocasionados por un mal servicio y sus secuelas, por fin desaparezcan! Está claro, estamos en la senda correcta. Al menos así parece.
Hace tiempo varios teóricos aseguraron que la gente de menores recursos, aquella que tiene muy poco para salir adelante y muchos problemas que se lo impiden, tienen la oportunidad para superar los momentos más difícil de la vida y mejorar las condiciones familiares o personales en aquello que llaman capital social.
Según Putman, el capital social, está compuesto por tres elementos, que dicen mucho de la calidad de las relaciones entre individuos, grupos, o la sociedad en su conjunto. Esos tres componentes son: la confianza, la reciprocidad y la cooperación. Diversos estudios han demostrado que mediante ellos se pone a prueba la capacidad de acción colectiva. Desde ese punto de vista, el capital social aporta significativamente en la solución de problemas públicos. Analicemos un caso: 

Viajar en bus… no es de lo mejor
Quienes nos subimos a una combi a diario nos quejamos de muchos problemas, de lo mal que conduce el chofer, de lo obstinado que es el cobrador para convencernos de que “al fondo si hay sitio”, de que pagues con sencillo, de que avises fuerte y claro antes de bajar, entre otras mil cosas


A casi todas esas incomodidades, nos hemos mal-acostumbrado. Sin embargo, aquello que sin duda nos indigna - y no es para menos - es que alguien nos robe en nuestras narices. El transporte público de todos los días se ha convertido en el espacio perfecto para que bribones aprovechen para hurgar entre los bolsillos, carteras o mochilas de los pasajeros. Cada vez que ocurre y cuando el agraviado denuncia públicamente el robo, por lo general, los pasajeros prefieren no involucrarse, quizás por el temor de ser agredidos, entonces, el ladrón y sus cómplices – cuando los hay - aprovechan la confusión, se bajan rápidamente y esperan en la siguiente esquina para subir a otra combi.

Este es el ejemplo perfecto de un capital social desgastado o limitado. Vamos por partes a analizar cada elemento.

CONFIANZA: al no conocer, ni sentir empatía con la persona agredida, sentimos que no es nuestro problema, que se trata de un extraño recontra piña al que le robaron.
RECIPROCIDAD: de hecho nos ha pasado, alguna vez nos han robado, quizás un celular, la billetera, u otra cosa no tan valiosa pero al fin y al cabo nuestra. Si nadie nos ayudó en esa ocasión, por qué ayudar al otro cuando le toque, parece lógico, el turno esta vez le tocó a él, pero no lo es, recuerda “si actúas cuando es necesario, los ladrones se las verán difíciles”, y así no tendrás que esperar que se cruce providencialmente un política en la ruta o que la combi pase cerca de una comisaría.
COOPERACION: es claro que la persona  a la que le roban tiene suficiente con la amarga sorpresa como para enfrentar sola la situación. Recuerda que debe aguantar que el chofer y cobrador estén más atentos con marcar la tarjeta de control a tiempo, que suban rápido y paguen con sencillo. Podemos cooperar para que el rufián no se vaya como si nada hubiera pasado, tampoco digo que propiciemos un Fuenteovejuna pero sí que la impunidad no conviva más con nosotros.