La gestión municipal siempre es objeto de vigilancia. Muchos queremos que los servicios que recibimos (educación, salud, seguridad, justicia, etc.) funcionen mejor y, estamos convencidos que poniendo el ojo y la lupa detrás de las autoridades y funcionarios lograremos cambiar las cosas para bien, y poco a poco con algo de tiempo las instituciones y el sistema se irán recomponiendo.
¿Por qué nos interesa estar detrás del político o del funcionario?, la respuesta parece obvia, para que nuestros problemas públicos, aquellos ocasionados por un mal servicio y sus secuelas, por fin desaparezcan! Está claro, estamos en la senda correcta. Al menos así parece.
Hace tiempo varios teóricos aseguraron que la gente de menores recursos, aquella que tiene muy poco para salir adelante y muchos problemas que se lo impiden, tienen la oportunidad para superar los momentos más difícil de la vida y mejorar las condiciones familiares o personales en aquello que llaman capital social.
Según Putman, el capital social, está compuesto por tres elementos, que dicen mucho de la calidad de las relaciones entre individuos, grupos, o la sociedad en su conjunto. Esos tres componentes son: la confianza, la reciprocidad y la cooperación. Diversos estudios han demostrado que mediante ellos se pone a prueba la capacidad de acción colectiva. Desde ese punto de vista, el capital social aporta significativamente en la solución de problemas públicos. Analicemos un caso:
Viajar en bus… no es de lo mejor
Quienes nos subimos a una combi a diario nos quejamos de muchos problemas, de lo mal que conduce el chofer, de lo obstinado que es el cobrador para convencernos de que “al fondo si hay sitio”, de que pagues con sencillo, de que avises fuerte y claro antes de bajar, entre otras mil cosas.

A casi todas esas incomodidades, nos hemos mal-acostumbrado. Sin embargo, aquello que sin duda nos indigna - y no es para menos - es que alguien nos robe en nuestras narices. El transporte público de todos los días se ha convertido en el espacio perfecto para que bribones aprovechen para hurgar entre los bolsillos, carteras o mochilas de los pasajeros. Cada vez que ocurre y cuando el agraviado denuncia públicamente el robo, por lo general, los pasajeros prefieren no involucrarse, quizás por el temor de ser agredidos, entonces, el ladrón y sus cómplices – cuando los hay - aprovechan la confusión, se bajan rápidamente y esperan en la siguiente esquina para subir a otra combi.
Este es el ejemplo perfecto de un capital social desgastado o limitado. Vamos por partes a analizar cada elemento.
CONFIANZA: al no conocer, ni sentir empatía con la persona agredida, sentimos que no es nuestro problema, que se trata de un extraño recontra piña al que le robaron.
RECIPROCIDAD: de hecho nos ha pasado, alguna vez nos han robado, quizás un celular, la billetera, u otra cosa no tan valiosa pero al fin y al cabo nuestra. Si nadie nos ayudó en esa ocasión, por qué ayudar al otro cuando le toque, parece lógico, el turno esta vez le tocó a él, pero no lo es, recuerda “si actúas cuando es necesario, los ladrones se las verán difíciles”, y así no tendrás que esperar que se cruce providencialmente un política en la ruta o que la combi pase cerca de una comisaría.
COOPERACION: es claro que la persona a la que le roban tiene suficiente con la amarga sorpresa como para enfrentar sola la situación. Recuerda que debe aguantar que el chofer y cobrador estén más atentos con marcar la tarjeta de control a tiempo, que suban rápido y paguen con sencillo. Podemos cooperar para que el rufián no se vaya como si nada hubiera pasado, tampoco digo que propiciemos un Fuenteovejuna pero sí que la impunidad no conviva más con nosotros.
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