lunes, 6 de mayo de 2013

Mi mochila, algo de sencillo y un abrazo.


Hay días en que decido tomar mi mochila y con algo de sencillo en el bolsillo subir al primer bus que encuentre para, sencillamente, ver a mi familia. Aunque exista la posibilidad de tomar el teléfono y hablarles, nunca ha sido igual que tenerlos al lado.
Desde pequeña por alguna u otra circunstancia mi familia pasaba algún tiempo separada, hubo infinidad de momentos en los que esos alejamientos no me gustaban, en cambio, con los años llegue a aceptar que esas separaciones eran lo mejor. En algunas ocasiones hacen recuerdo de que me “enferme” por no ver a mis papá, no se rían… es en serio, cuenta la historia de que tenia 7 añitos, mi papá tuvo que viajar y debía regresar en unos días, el día indicado él no llego, al siguiente, tampoco, y entonces deje de comer, me dio fiebre, me dolía la cabeza, el pecho. Mi mami se asusto dijo que  ya me llevaría al doctor, ella en el fondo sabía que era por él. Por la tarde de ese día en el que me sentía tan mal alguien toco a la puerta, lo vi entrar a mi habitación con cara de preocupación, basto verlo y todo el malestar se pasó, aún recuerdo que no sabía como decirle que ya no me dolía nada, claro que ella lo noto… y dijo una de esas frases que luego escucharía con frecuencia: ¡Ay Paola, por qué me haces esto!.
El camino para llegar, siempre el mismo, en el terminal subía  al bus o a una combi, después de un rato ya salíamos de la ciudad, de pronto estábamos en el peaje de Uchumayo, luego llegamos a 48, el cruce de La Joya, el Valle de Vitor, la Pampa de Santa Rita, el Valle de Siguas y de pronto ya estamos en El Alto y en unos minutos, en mi querido, detestado, recordado, subestimado, desordenado, cálido, húmedo: El Pedregal. No importaba qué hora del día fuera, si era verano o invierno, si llovía o hacia calor, si tenía que hacer cola en espera del bus, si por ser fin de semana subía el pasaje, si tocaba viajar de pie, si se malograba el bus, lo importante era que estuviéramos cerca de casa, era mejor si el trato era bueno, si encontrábamos el boleto de ida y vuelta, si no subían vendedores, etc, y se ponía mejor mientras más nos acercáramos a casa.
Aún y después de todo, mi familia, mi casa, es el espacio al que siempre anhelo regresar, esté dónde esté siempre sonrió al recordar que llegaré a casa y que el cariño sincero y esos abrazos cálidos los podre encontrar. Esperen, no es que siempre todo ha sido color de rosa, a veces, el color de hormiga se hacía presente, pero ya qué… no todo es perfecto!
Para quienes nos ha tocado estar lejos de la familia, muchas veces el volver a casa es “el suceso”. Para mí lo seguirá siendo.
A unos minuto de casa... Ovalo de Ciudad Majes.