Hay días en que decido
tomar mi mochila y con algo de sencillo en el bolsillo subir al primer bus que
encuentre para, sencillamente, ver a mi familia. Aunque exista la posibilidad
de tomar el teléfono y hablarles, nunca ha sido igual que tenerlos al lado.
Desde pequeña
por alguna u otra circunstancia mi familia pasaba algún tiempo separada, hubo
infinidad de momentos en los que esos alejamientos no me gustaban, en cambio,
con los años llegue a aceptar que esas separaciones eran lo mejor. En algunas
ocasiones hacen recuerdo de que me “enferme” por no ver a mis papá, no se rían…
es en serio, cuenta la historia de que tenia 7 añitos, mi papá tuvo que viajar
y debía regresar en unos días, el día indicado él no llego, al siguiente,
tampoco, y entonces deje de comer, me dio fiebre, me dolía la cabeza, el pecho.
Mi mami se asusto dijo que ya me llevaría
al doctor, ella en el fondo sabía que era por él. Por la tarde de ese día en el
que me sentía tan mal alguien toco a la puerta, lo vi entrar a mi habitación
con cara de preocupación, basto verlo y todo el malestar se pasó, aún recuerdo
que no sabía como decirle que ya no me dolía nada, claro que ella lo noto… y
dijo una de esas frases que luego escucharía con frecuencia: ¡Ay Paola, por qué
me haces esto!.
El camino para
llegar, siempre el mismo, en el terminal subía
al bus o a una combi, después de un rato ya salíamos de la ciudad, de
pronto estábamos en el peaje de Uchumayo, luego llegamos a 48, el cruce de La
Joya, el Valle de Vitor, la Pampa de Santa Rita, el Valle de Siguas y de pronto
ya estamos en El Alto y en unos minutos, en mi querido, detestado, recordado,
subestimado, desordenado, cálido, húmedo: El Pedregal. No importaba qué hora
del día fuera, si era verano o invierno, si llovía o hacia calor, si tenía que
hacer cola en espera del bus, si por ser fin de semana subía el pasaje, si
tocaba viajar de pie, si se malograba el bus, lo importante era que
estuviéramos cerca de casa, era mejor si el trato era bueno, si encontrábamos
el boleto de ida y vuelta, si no subían vendedores, etc, y se ponía mejor
mientras más nos acercáramos a casa.
Aún y después de
todo, mi familia, mi casa, es el espacio al que siempre anhelo regresar, esté
dónde esté siempre sonrió al recordar que llegaré a casa y que el cariño
sincero y esos abrazos cálidos los podre encontrar. Esperen, no es que siempre
todo ha sido color de rosa, a veces, el color de hormiga se hacía presente,
pero ya qué… no todo es perfecto!
Para quienes nos ha tocado estar lejos de la familia, muchas veces el volver a casa es “el suceso”. Para mí lo seguirá siendo.
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A unos minuto de casa... Ovalo de Ciudad Majes. |